En la evolución sociológica de los
pueblos, todos los padres parecieran estar cortados con la misma tijera. Es la
única conclusión a la que se llega cuando se analiza el comportamiento habitual
de los respectivos jefes de hogar. Determinadas conductas obedecen al progreso
de los tiempos. Con toda seguridad, ellos no se ponen de acuerdo previamente
para actuar de similar manera, pero en todos los hogares aparecen las mismas consignas,
reglas, fijaciones y restricciones.
La reflexión viene a cuento por la
conducta actual de las jóvenes frente a las fiestas y templetes. A las 11 de la
noche apenas se están arreglando para salir a disfrutar de la parranda
pueblerina y vaya usted a saber la hora en que retornan al hogar, si es que lo
hacen… En aquellos tiempos de infancia y juventud, cuando las prohibiciones
estaban a flor de piel, las órdenes eran tajantes y se cumplían al pie de la
letra:
—
A las diez la quiero en casa.
A esa hora ninguna quinceañera estaba sola
en la calle. Las menores de dieciocho a lo sumo tenían permiso hasta la
medianoche, siempre que estuviera con una hermana mayor. Las solteras mayores
de edad ni por asomo permanecían más allá de las 2 y las fiestas muy buenas
apenas duraban hasta las 3 de la madrugada. La única manera de que una
jovencita permaneciera en la fiesta más allá de los tiempos indicados es que
los padres hicieran el sacrificio de trasnocharse y acompañar a la hija.
A las 7 de la noche comenzaba a
sentirse el ambiente musical, con la frecuente amenización de la “Cumbre
Discotheque”, propiedad de Lizardo Quintero, para entonces estudiante
universitario. Es imposible olvidar la necia cantaleta del tipo, preguntando de
manera socarrona a través de los micrófonos: ¿Y dónde está el niño? La “Swing
Dance Discotheque”, propiedad de José Suárez, también mostraba la diversidad en
el repertorio musical para el deleite de los asistentes.
El asunto consistía en que cualquier
pareja saliera a la pista para iniciar la rumba. Los jóvenes no tenían remilgos
en ese sentido. A la memoria llegan las figuras de Chepo, Magaly Vivas, Rosalba
Ramírez, Alipio García, por sólo nombrar unos cuantos jóvenes entusiastas,
poniéndole ritmo, sabor y movimiento a la fiesta. En la mentalidad de aquellos
adolescentes había una cosa clara: las niñas debían estar en casa a más tardar
a las 11 de la noche, incluyendo una hora de retraso.
Eso
sí, había una regla de oro en aquellos tiempos: si una dama adulta rechazaba la
invitación de un caballero a bailar una pieza, no podía hacerlo con nadie más,
porque se podía llevar una buena sorpresa. Por precaución, ellas tomaban un
breve descanso de dos o tres piezas. Las más jovencitas, en cambio, bailaban
con entusiasmo y frenesí, hasta que llegaba la hora de emprender veloz carrera
hasta la casa para llegar a tiempo y evitar el seguro castigo de los padres.
José
de la Cruz García Mora
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