domingo, 28 de julio de 2013

Si se porta mal, me avisa

          Definitivamente, los tiempos han cambiado de manera impresionante. En la actualidad, los padres suelen sobreproteger a los hijos para que nadie se los toque, ni “con el pétalo de una rosa”, como dice vieja la frase popular. Incluso, ahora existen recursos e instancias legales para presentar las denuncias de rigor, en casos en que los mayores agredan u ofendan a los menores. Los abuelos de antes no se andaban con rodeos, en esas cuestiones de los derechos humanos.
          — Ya sabe, profesora, si se porta mal me avisa. Dele regla para que se acomode, sino yo lo arreglo en la casa. Invariablemente, con esas palabras, los padres solían autorizar a las maestras para que ejercieran la autoridad sobre los muchachos. Ahí se cumplía al pie de la letra aquello de que la escuela es el segundo hogar de los estudiantes. Estos sabían a qué atenerse cuando osaban trasgredir la disciplina de la clase.
          — “La letra, con sangre entra”, solían repetir las maestras antiguas, sin que ningún muchacho se frustrara para siempre por un “jalón de orejas”. Pero el espíritu de la pedagogía también ha cambiado con la modernidad. Ahora es una brutalidad atropellar la dignidad de los muchachos. Hoy más bien se frustran los padres, cuando sienten que la conducta de los críos se les escapa de las manos. Sin embargo, sería un contrasentido volver a los métodos rudimentarios del pasado.
          Muchos estudiantes contemporáneos, inscritos en la Escuela José Ignacio Cárdenas, solían mencionar con respeto los nombres de las maestras Socorro Labrador de Durán, Emma de Camargo, Dora de Salas, Eudocia de Devia y la señorita Evarista Pernía, entre otras. Son los nombres que saltan a la memoria cuando se evocan los tiempos de infancia. Más recientes son María de Parra, Socorro de Alcedo, Rita Mayela Pernía, Magaly Contreras, Socorro Ardila, Fabiola Márquez, Dora Alicia Belandria y Rosalba Vivas, entre otras.
          Son más frescos para el suscrito los nombres de las maestras del Grupo Escolar Nacional Sánchez Carrero, como beneficiario directo de sus inolvidables enseñanzas: Aida de Ramírez, Rosa Salas de Moret, Fidelina Rodríguez de Molina, Dulce de Chacón, Aura Valero de Pernía y Margarita Pérez de Pernía. Gladys Guerrero suplió durante varios meses a la señora Aida, ausente de la escuela por cuestiones de salud. No se puede dejar de mencionar a Teresa de Quintero, Nelly Guerrero de Molinam Matilde de García y Socorro Roa de Cantor.

          Muchas otras damas ejercieron con altura la noble profesión de maestras en la Escuela José Ignacio Cárdenas y el Grupo Sánchez Carrero. Esta crónica va dirigida a recordar a quienes sembraron semillas de virtud en la cohorte de párvulos nacidos a mediados de la década de los años sesenta y principios de los setenta del siglo XX. Evidentemente, algunas son más jóvenes, aunque se les recuerda por haberlas visto en acción en la época de la juventud o aún después.  

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