Hubo
una época en la que era casi un delito la práctica deportiva en Pregonero. Como
no había canchas públicas, la muchachada solía saltarse los enrejados y entrar
furtivamente a jugar baloncesto en las instalaciones deportivas de las
escuelas. No había maldad en tales acciones juveniles. Sólo el deseo de
competir, distraer la mente y fortalecer el cuerpo, como manda el precepto
latín de la competitividad olímpica: “mente
sana en cuerpo sano”. Pero, de pronto, llegaba la policía y entonces, todos
eran capaces de romper el record mundial de velocidad, huyendo de los
uniformados.
“Los Canos” eran realmente unos tipos
arrechos. Sólo ellos podían lograr que las monjas abrieran las puertas del
Colegio Santa Mariana de Jesús, durante los fines de semana o en vacaciones,
para que los neófitos practicantes del baloncesto y el volibol descubrieran la
pasión telúrica por el deporte de las canastas, o el de las mallas. Ambos
deportes siempre estuvieron muy ligados y usualmente se practicaba uno u otro. En
otras ocasiones, había que invadir subrepticiamente el Liceo Francisco de Borja
y Mora, o la Escuela José Ignacio Cárdenas, allá en el Barrio Potreritos, cuyas
canchas sirvieron de escenario para formar aquellas generaciones deportivas.
Aquella era una pléyade de excelentes y
competitivos atletas. Iván, Gerardo “Chupapiedra” y Carlos Andrés Pérez, Jesús
“Pirín” Guerrero, Nolberto “Toño” Avellaneda, Wolfang Buitrago, Nelson
“Chiquitín” Suárez, Samuel “Puerca” Ramírez, José “Perra” Suárez, Rubén
“Becerro” Guerrero, José Bonifacio Contreras, Gerardo “Tabaco” Rujano, Erasmo
“Bujía” Suárez, entre otros jóvenes que ahora escapan a la memoria. No todos
vivían en Capacho, pero solían juntarse para disfrutar candentes tardes
deportivas, unidos por el deseo de multiplicar la adrenalina y disfrutar el
placer de alcanzar la victoria.
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Foto: Reencuentro de las Glorias del Baloncesto Uribantino (20 de julio de 2013) (José de la Cruz García: De espaldas) |
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Selección Liborja, Década de los 80 |
A
veces aparecían en escena las respetables figuras del profesor Américo Roa
Ramírez o Fermín Crespo, quienes hacían gala de experiencia y veteranía dentro
de la cancha. Ellos venían de otra generación anterior y a pesar de la edad,
siguieron mostrando el ejemplo de combatividad y compromiso con el juego
limpio.
Posteriormente se formó otra generación
de basquetbolistas o voleibolistas: Gregory Medina, Rosnel y Ronald Medina, Jhon
“Tiza” Peña, Luis “Perro” Márquez, Américo Roa Pernía, Yilber y Rosman Márquez
Suárez, Leonel y Alexander Ramírez, Hender Suárez, Raimer Márquez, Oswaldo
Moreno, Armando Romero, Heberson Pérez, Heber Ramírez, Alexis “Mascamodes” Castro,
Héctor Martínez, Gerardo Gil, Luis “Picaojos” Ramírez, Luis “Cano” Pérez, los
hermanos Eduardo “Bollete” y Andrés Azuaje, Luis “Vaquero” Moreno, Agner
Moncada, Jesús y Pedro Avellaneda, Omar “Cabezón” Medina, así como los hermanos
Levis, Oswaldo y Rosnel Pérez, entre otros. Es la época de la rivalidad entre el equipo Plaza Miranda, San Antonio, Potreritos y Capacho
La calidad del baloncesto se perdió desde el instante en que le colocaron cercados a la cancha del Parque Coromoto. Entonces llegaron los futbolistas y se apoderaron del escenario. A partir de entonces la práctica del baloncesto ya no tuvo el entusiasmo de aquella época dorada, cuando la “Rosca de los Canos” prendía los ánimos de la sana competitividad entre la juventud local. Es probable que entre los competidores también dejara de aplicarse la famosa “Ley del Embudo: todo para adentro, nada para afuera”…
José de la Cruz García Mora
Excelente... sólo un detallito, tio Toño se llamaba Nolberto no Norbeto... pero me parece genial estas historias de vida de nuestro pueblo...ojalá se rescataran de nuevo esos juegos maravillosos en Pregonero...
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