Hay
muchos indicadores para establecer el nivel de desarrollo y progreso de los
pueblos. Estos se enorgullecen de las empresas que son capaces de atender los
requerimientos de la ciudadanía, sobre todo cuando la calidad de los servicios
públicos logra mejorar el estándar de vida de la población y las funciones
centrales son capaces de atender los diversos requerimientos de los habitantes.
La especialización de los servicios es síntoma de la evolución social de las
comunidades.
Pregonero es un pueblo con una planta
urbana modesta. Es común que la gente se desplace a pie por las calles del
pueblo, mientras realiza las diligencias cotidianas en los distintos
establecimientos públicos y privados de la población. Las distancias son muy cortas
y en muchos casos no se requiere el servicio del transporte colectivo
intraurbano. Pero hay gente con visión de futuro que se adelanta a los tiempos y
ofrece servicios destinados a favorecer la calidad de vida de los ciudadanos.
Hace varias décadas, un viejo bus
recorrían las solitarias calles del pueblo, recogiendo y dejando pasajeros,
según las necesidades de cada usuario. Era la famosa "circunvalación",
propiedad del profesor Américo Roa Ramírez. El hombre tuvo la acertada
iniciativa de ofrecer el servicio del transporte a la colectividad, con una
modesta inversión, en momentos en que en el pueblo no se habían logrado
consolidar una sólida visión cultural sobre la necesidad del transporte
colectivo para los ciudadanos.
Ciertamente, muchas personas de
extracción humilde tomaban la unidad por necesidad, para ir al lugar de trabajo
o hacia la escuela. Pero otros encontraron un medio económico para imitar las
costumbres de quienes tenían vehículo propio. Hablando literalmente, para nadie
es un secreto que la distracción favorita de los chóferes, desde hace mucho
tiempo, consiste en "darle vueltas al pueblo", prácticamente hasta
marearse. Nadie vaya a pensar en la tentación chismográfica de unos cuantos.
La "circunvalación" vino a
llenar un vacío existente en la sociedad pregonereña. Los precios módicos
permitían que la gente se diera tales lujos. El pasaje de subida o de bajaba
tenía el costo de 0,25 bolívares: un "medio", como se decía en la
época. Pero todos preferían pagar un "real", moneda equivalente a
0,50 bolívares, con tal de completar la vuelta a la población. Muchos se hacían
los locos y desentendidos cuando se completaba el giro y llegaba el momento de
apearse.
Lo mismo hacía Delfín García, el chófer
de la unidad. Era músico de la Banda Bolívar y ejecutaba el redoblante. Al
frente de la "circunvalación", el chófer no tenía problemas en que
los jóvenes dieran una vuelta gratuita de más. Pero estos no comprendían la benevolencia
de aquel hombre y pretendían ocultarse tras los asientos traseros para
continuar disfrutando del viaje. El hombre sonreía tras el volante y continuaba
la faena, regalando muchos momentos de Solaz a la juventud local.
José
de la Cruz García Mora
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