jueves, 12 de septiembre de 2013

Los Masajes de Bartolo

          El deporte de las bielas ha sido una de las grandes pasiones de los uribantinos. De hecho, es la disciplina que ha dado atletas con mayor proyección regional, nacional e internacional. La gente puede recordar atletas de la talla de José Ramón Sánchez, Edecio Hernández, Pedro Mora, Josmer Cuadros, los hermanos Erwin y Josmer Méndez y otros que han participado en competencias de alto nivel, como la Vuelta al Táchira, la Vuelta a Venezuela o en algunos eventos de corte internacional.
          Grandes atletas coronaron de éxitos la carrera deportiva en competencias netamente locales: Heriberto y Carlos Sánchez, Gerardo y Roberto Arellano, Luis “Chumaco” Ramírez, Simón “Cabeza ‘e Mango” Zambrano, Amable Hernández, Gonzalo García, Lenin Sánchez, Freddy Pernía, Adolfo Contreras, Fabio Pernía e incluso Luciano Sánchez, el eterno ganador de los premios de consolación. Muchos otros nombres deben estar palpitando en el recuerdo agradecido de los contemporáneos.
          Hombres como Rodrigo Pernía, Julio “Guayas” Duque, Oscar Sánchez, Alipio García y otros promotores de la actividad calapédica, en distintas épocas, cumplieron roles como acompañantes en vehículos o motos. Son las imágenes que llegan con mayor claridad a la memoria cuando se tiende la mirada a las décadas pasadas. La oportuna ayuda del mecánico es vital a la hora de algún desperfecto en plena competencia. Gerardo Ayala supo atender a los desafortunados atletas en momentos de dificultad.
          En la galería de recuerdos no puede faltar la invocación de Bartolo, “el hombre que se defiende sólo”. Así solía decir al recordar los tiempos de atleta competitivo. Pero es más claro el recuerdo en el papel de masajista, arte en el que mostró pericia, compromiso y lealtad hacia los ciclistas. Antes de cada competencia debía poner a tono la masa muscular de los muchachos. En plena calle, con el atleta sentado en la acera, Bartolo sabía hacer milagros con las musculosas piernas de los ciclistas.
          El olfato aún parece captar los penetrantes aromas mentolados de las “fricciones” —así le decían a los ungüentos— que usaba para tonificar la musculatura de los combativos deportistas. El hombre hacía gala de increíble agilidad, destreza y maestría al momento de frotar las fibras contráctiles de los muslos. Sobre la brillante epidermis del atleta, previamente depilada en casa, hasta los dedos meñiques aparecían y desaparecían en la rítmica fricción de los músculos masculinos.
          Bartolo, como ferviente aficionado del ciclismo, también fue acompañante, mecánico, “aguatero” y hasta improvisado director deportivo. La disciplina no tenía secretos para el caballero. Posteriormente, no se ha visto nadie como él en el rol de masajista, entregado con pasión a la noble tarea de acondicionar la musculatura de los atletas. Como lo hacía a los ojos de todo el mundo, la imagen permanece intacta y la memoria es fiel a la hora de hurgar en el baúl de los recuerdos juveniles.
José de la Cruz García Mora

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