Ahora los mensajes llegan al instante
por internet o vía celular. En la cocina puede faltar la comida. Pero nadie
está dispuesto a sacrificar la posesión del teléfono móvil. Hasta las aldeas
más remotas tienen acceso a las redes sociales y todos luchan por acceder a la
tecnología de punta en materia de comunicaciones. Cualquiera puede mendigar una
empanada o un refresco en la cafetería del pueblo, con la seguridad de que en
el bolsillo lleva un costoso y sofisticado aparato.
La
inaccesibilidad por vía terrestre y las dificultades para las comunicaciones
siempre han sido los problemas más acuciantes de los uribantinos. Incluso, las
centrales de telefonía fija nunca han tenido capacidad para más de doscientas
llamadas de salida. Los servicios de telegrafía y correspondencia funcionan en
Pregonero desde la década de los años 40 del siglo XX. Muchos ciudadanos han
prestado grandes servicios a la localidad en la distribución de cartas a
domicilio.
Uno
de aquellos funcionarios fue César Ramírez, mejor conocido entre la gente como
“siete vicios”. Armando Márquez también cumplía similares roles dentro de la
colectividad. Era usual verlos trajinar a pie por las calles del pueblo,
llevando las misivas que llegaban desde otras latitudes con las noticias de los
familiares lejanos. Cornelio Mora, en cambio, destacó por cumplir funciones
administrativas dentro de la oficina y muy ocasionalmente salía a repartir las
cartas.
A
César “Siete Vicios”, como asiduo espectador de los juegos de Softball, era
fácil verlo en las graderías del Estadio Municipal disfrutando las incidencias
del espectáculo deportivo. Es difícil saber si las apuestas figuran entre las
predilecciones informales del caballero. Pero el fanatismo político nadie se lo
discute. Era ejemplo fehaciente de aquella vieja consigna romuliana: “Adeco es
adeco hasta que se muere”. Él sentía gran orgullo de la filiación partidista
que había escogido.
Como distribuidor de cartas a
domicilio, el hombre recorría a pie las calles del pueblo y sabía con precisión
las direcciones de la gente. Nunca jamás se le llegó a ver con el pelo
revuelto, ni con el rostro sudoroso, porque siempre tuvo buen cuidado en afirmar
el peinado con la gomina de la época, mientras que el pañuelo perfectamente
doblado cumplía las funciones en las horas de solana. Además, como funcionario
público, se caracterizó por el buen vestir en todas las ocasiones.
Otros han cumplido las mismas funciones
de César “Siete Vicios”, como Agustín Sánchez, Richard Méndez (padre e hijo). Pero
Armando Márquez y César Ramírez lo hicieron en épocas en que no había otros
medios de comunicación. Como mensajeros del pueblo llegaron a convertirse en
pregoneros de la esperanza, al servir como portavoces de innumerables noticias,
preferiblemente buenas. Ellos continúan deambulando por los intersticios de la
memoria del pueblo uribantino.
José de la Cruz García Mora
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