sábado, 21 de septiembre de 2013

Las Cartas de Siete Vicios

          Ahora los mensajes llegan al instante por internet o vía celular. En la cocina puede faltar la comida. Pero nadie está dispuesto a sacrificar la posesión del teléfono móvil. Hasta las aldeas más remotas tienen acceso a las redes sociales y todos luchan por acceder a la tecnología de punta en materia de comunicaciones. Cualquiera puede mendigar una empanada o un refresco en la cafetería del pueblo, con la seguridad de que en el bolsillo lleva un costoso y sofisticado aparato.
          La inaccesibilidad por vía terrestre y las dificultades para las comunicaciones siempre han sido los problemas más acuciantes de los uribantinos. Incluso, las centrales de telefonía fija nunca han tenido capacidad para más de doscientas llamadas de salida. Los servicios de telegrafía y correspondencia funcionan en Pregonero desde la década de los años 40 del siglo XX. Muchos ciudadanos han prestado grandes servicios a la localidad en la distribución de cartas a domicilio.
          Uno de aquellos funcionarios fue César Ramírez, mejor conocido entre la gente como “siete vicios”. Armando Márquez también cumplía similares roles dentro de la colectividad. Era usual verlos trajinar a pie por las calles del pueblo, llevando las misivas que llegaban desde otras latitudes con las noticias de los familiares lejanos. Cornelio Mora, en cambio, destacó por cumplir funciones administrativas dentro de la oficina y muy ocasionalmente salía a repartir las cartas.
          A César “Siete Vicios”, como asiduo espectador de los juegos de Softball, era fácil verlo en las graderías del Estadio Municipal disfrutando las incidencias del espectáculo deportivo. Es difícil saber si las apuestas figuran entre las predilecciones informales del caballero. Pero el fanatismo político nadie se lo discute. Era ejemplo fehaciente de aquella vieja consigna romuliana: “Adeco es adeco hasta que se muere”. Él sentía gran orgullo de la filiación partidista que había escogido.
          Como distribuidor de cartas a domicilio, el hombre recorría a pie las calles del pueblo y sabía con precisión las direcciones de la gente. Nunca jamás se le llegó a ver con el pelo revuelto, ni con el rostro sudoroso, porque siempre tuvo buen cuidado en afirmar el peinado con la gomina de la época, mientras que el pañuelo perfectamente doblado cumplía las funciones en las horas de solana. Además, como funcionario público, se caracterizó por el buen vestir en todas las ocasiones.
          Otros han cumplido las mismas funciones de César “Siete Vicios”, como Agustín Sánchez, Richard Méndez (padre e hijo). Pero Armando Márquez y César Ramírez lo hicieron en épocas en que no había otros medios de comunicación. Como mensajeros del pueblo llegaron a convertirse en pregoneros de la esperanza, al servir como portavoces de innumerables noticias, preferiblemente buenas. Ellos continúan deambulando por los intersticios de la memoria del pueblo uribantino.

José de la Cruz García Mora

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