La
gestión y trámite del más simple documento oficial exige la presentación de las
respectivas estampillas para validar la legalidad de la misma y asegurar el
ingreso al fisco nacional o a la tesorería regional. Partidas de nacimiento,
actas de matrimonio, certificados de defunción, notas certificadas, títulos de
bachiller, entre otros, requieren de la consabida estampilla para la presentación
formal ante las instituciones respectivas. Pero, a veces, es un dolor de cabeza
acceder a ellas.
Las nuevas leyes del país prevén que
las mismas no son indispensables para los documentos relacionados con menores
de edad. Pero hace algunos años era cuestión de honor contar con el respectivo
timbre fiscal, según lo exigía la naturaleza de cada documento protocolizado.
En ese orden de ideas, algunos hijos de Pregonero se han tomado la molestia de
gestionar legalmente ante las autoridades respectivas, la autorización para
establecer el respectivo expendio de estampillas.
Uno de ellos fue el señor Cornelio
Mora. Hace varias décadas tuvo un establecimiento comercial, en la sala frontal
de la casa de habitación, ubicada en el sector central de la población. Después
se hizo necesario tocar la puerta de la casa para solicitar el respectivo sello
de papel. Cualquier miembro de la familia atendía a los usuarios a través de
una pequeña ventanilla. Es una de las pocas casas de Pregonero que aún conserva
la antepuerta, antes de acceder a la sala de estar.
La misma función cumplió durante varios
años el señor Amable Contreras. Inicialmente, el establecimiento estaba ubicado
en la Calle La Barranca. Aquel fue un sector de gran bonanza en el intercambio
económico durante la época del café. Posteriormente, el negocio lo trasladó
hacia la calle real, en la antigua casa de don Blas Guerrero, uno de los más
prósperos boticarios de la población. Aquel negocio también cuenta con una de
las licencias más antiguas de Pregonero para el expendio de licores.
Así
mismo, el señor Gerardo Molina Andrade puede sacar a los usuarios de cualquier
apuro, sobre todo cuando el inventario de estampillas comienza a escasear en
Pregonero. Él hombre siempre cuenta con suficientes cantidades para atender la
demanda de la clientela. Allí también se expenden variedad de licores,
alimentos para animales, tarjetas telefónicas, hielo y otros productos. Si allí
se ha agotado la dotación de timbres fiscales, casi es mejor desistir de buscar
en los otros establecimientos del pueblo.
Alguna
vez se hizo necesario gestionar documentos en otra ciudad. Al Chácaro le causó
extrañeza pagar exactamente el valor de los timbres. El dependiente fue claro y
tajante al aclarar que ese era el valor del producto. Es que en Pregonero, por
cuestiones de transporte y lejanía, es usual pagar modestas comisiones extras
por el sello fiscal. De hecho, eso forma parte de las costumbres del pueblo.
Pero nadie se ha enriquecido con el aporte adicional. Más bien se agradece por
el servicio prestado…
José
de la Cruz García Mora
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