jueves, 15 de octubre de 2015

Se acabaron las estampillas

          La gestión y trámite del más simple documento oficial exige la presentación de las respectivas estampillas para validar la legalidad de la misma y asegurar el ingreso al fisco nacional o a la tesorería regional. Partidas de nacimiento, actas de matrimonio, certificados de defunción, notas certificadas, títulos de bachiller, entre otros, requieren de la consabida estampilla para la presentación formal ante las instituciones respectivas. Pero, a veces, es un dolor de cabeza acceder a ellas.
          Las nuevas leyes del país prevén que las mismas no son indispensables para los documentos relacionados con menores de edad. Pero hace algunos años era cuestión de honor contar con el respectivo timbre fiscal, según lo exigía la naturaleza de cada documento protocolizado. En ese orden de ideas, algunos hijos de Pregonero se han tomado la molestia de gestionar legalmente ante las autoridades respectivas, la autorización para establecer el respectivo expendio de estampillas.
          Uno de ellos fue el señor Cornelio Mora. Hace varias décadas tuvo un establecimiento comercial, en la sala frontal de la casa de habitación, ubicada en el sector central de la población. Después se hizo necesario tocar la puerta de la casa para solicitar el respectivo sello de papel. Cualquier miembro de la familia atendía a los usuarios a través de una pequeña ventanilla. Es una de las pocas casas de Pregonero que aún conserva la antepuerta, antes de acceder a la sala de estar.
          La misma función cumplió durante varios años el señor Amable Contreras. Inicialmente, el establecimiento estaba ubicado en la Calle La Barranca. Aquel fue un sector de gran bonanza en el intercambio económico durante la época del café. Posteriormente, el negocio lo trasladó hacia la calle real, en la antigua casa de don Blas Guerrero, uno de los más prósperos boticarios de la población. Aquel negocio también cuenta con una de las licencias más antiguas de Pregonero para el expendio de licores.
          Así mismo, el señor Gerardo Molina Andrade puede sacar a los usuarios de cualquier apuro, sobre todo cuando el inventario de estampillas comienza a escasear en Pregonero. Él hombre siempre cuenta con suficientes cantidades para atender la demanda de la clientela. Allí también se expenden variedad de licores, alimentos para animales, tarjetas telefónicas, hielo y otros productos. Si allí se ha agotado la dotación de timbres fiscales, casi es mejor desistir de buscar en los otros establecimientos del pueblo.
          Alguna vez se hizo necesario gestionar documentos en otra ciudad. Al Chácaro le causó extrañeza pagar exactamente el valor de los timbres. El dependiente fue claro y tajante al aclarar que ese era el valor del producto. Es que en Pregonero, por cuestiones de transporte y lejanía, es usual pagar modestas comisiones extras por el sello fiscal. De hecho, eso forma parte de las costumbres del pueblo. Pero nadie se ha enriquecido con el aporte adicional. Más bien se agradece por el servicio prestado…
José de la Cruz García Mora

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