sábado, 27 de diciembre de 2014

Lleve el aparato a la mecánica



La gente de Pregonero se vale de cualquier pretexto para dar rienda suelta a la hilaridad o “mamadera de gallo”. Hasta los caballeros más circunspectos caen en la tentación de burlarse ocasionalmente de los ingenuos, especialmente de los aprendices recién contratados como ayudantes en los talleres mecánicos. ¿A quién se le ocurre dudar de la seriedad del dueño del negocio? Algunos mecánicos cuentan anécdotas sobre las bromas que les jugaron los jefes cuando eran “nuevos” en el asunto.
          — Epa, muchacho, haga el favor y lleva aquel repuesto al taller de La Avenida. El empleado se echa el pesado aparato al hombro y va a cumplir con la misión encomendada, luego de caminar varias cuadras cargando el objeto de hierro. Pero en el otro taller, el dueño lo hace regresar de inmediato, asegurando que ese no era el repuesto automotor solicitado.
          — Dígale que muchas gracias. Pero este no es. Que me mande el otro.
          Superada esta primera broma contra el aprendiz de turno, los trabajadores del taller se entregan a la delicada tarea de mantener en buen estado los vehículos ingresados al local. Esto sí lo hacen con absoluta responsabilidad y pericia. Ellos están conscientes de la importancia de salvaguardar la vida de los clientes y sus familiares. La experiencia es la mejor garantía para los propietarios. Incluso, ellos se muestran dispuestos a salir del pueblo si el carro sufre alguna avería en carretera.
          El taller de don Emiro Moncada tal vez sea uno de los más antiguos del pueblo. Aquello fue una escuela para muchos respetados mecánicos de ahora. Antonio “Chiquito” García, Ramón “Frijolito” Sánchez, Jesús “Chucho” Sánchez, Javier Molina, Daniel Roa, Nelson García, Félix Sánchez “El Asesino”, algunos como propietarios y otros como mecánicos rasos, son algunos de los nombres de los pioneros que aún siguen palpitando en la memoria de las generaciones.
          Los nombres de Patricio Arellano, Sigfredo Márquez, Eulogio Andrade y José Ayala suenan como expertos “Caucheros”. Luego llegarían Carlos Polo y Sergio Arboleda como técnicos electricistas. Nuevas generaciones continúan la zaga de unos y otros, prestando valiosos servicios a los chóferes del campo y la ciudad. Muchos llevan largo recorrido en esos menesteres, como Luis Urbina, Luis Mora, Luis Emiro Moncada, Chuy y Carlos Sánchez, entre otros meritorios trabajadores que escapan a la memoria.
          A pesar de las evidentes omisiones, los mecánicos, caucheros y electricistas constituyen una pléyade de trabajadores comprometidos con la vida. Ellos tienen que llenarse de grasa y trabajar incluso en días feriados o domingos, para sacar de apuros a los chóferes que por alguna circunstancia sufren averías en el camino. Hoy los dueños ya no se burlan de los nuevos, pero los talleres son lugares ideales para compartir las interesantes y profusas tertulias pueblerinas.

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