sábado, 27 de diciembre de 2014

Me Aparta el Lomito



La ganadería de engorde es una de las alternativas económicas del Municipio Uribante. Aldeas como Mesones, San Miguel, Rubio, San Francisco, El Morro, Tenegá, entre otras, se orientan básicamente a la cría de ganado vacuno. Igual pasa con las aldeas de las Parroquias Potosí y Cárdenas. Las demás aldeas y caseríos rurales, aunque en menor proporción, también aportan algunos semovientes a los rebaños destinados al sacrificio y posterior consumo de la población.
          Son muchos los productores que han entregado la vida a la cría de ganado vacuno y porcino a lo ancho y largo de la geografía local. Pero también destacan aquellos comerciantes especializados en el ramo de la carnicería, quienes han hecho de la profesión de matarife un empleo digno dentro de la comunidad, no sólo por la constancia en el trabajo, sino también por ofrecer la mejor calidad del producto para la buena alimentación de los consumidores y usuarios de las clásicas “Pesas”.
          Del seno del gremio de “peseros”, como aquí se les llama a los cortadores y distribuidores de carne al detal, han surgido prestantes y muy reconocidos comerciantes de la comunidad. Hay una generación que desde hace tiempo pasó a engrosar las filas de los jubilados. Entre ellos se mencionan a Andrés Roa, Pascual Luna, Lope Rondón, Teófilo Arellano, Aquilino Rondón, Genarino Mora, así como Ignacio Pernía, Juan de Mata Ramírez y el señor Graciliano, estos últimos especializados en la venta cochino.
          Aquella fue una generación que le dio lustre a la profesión. Obviamente, existen algunas omisiones en esa lista, producto de las jugarretas que la memoria suele hacerle a los recuerdos del pasado. Pero se pueden agregar los nombres de Gonzalo Rondón, Onofre Díaz, Chucho Moltilva, Gerardo Moreno, Gerardo y Freddy Arellano, Saúl Pérez, Orlando Garcés, xxxxxxxx Rondón, Moncho Rosales, Leonel García, Francisco Ortega, Ramón Pérez, Ramón García, Juan Vargas.
          El oficio de “Pesero” tiene implícitos muchos compromisos con la salud del pueblo. Ellos son los que garantizan alimentos cárnicos en buen estado para los clientes. Hace varias décadas, cuando no existían sistemas de refrigeración, incluso cuando los nombrados en primera instancia aún no habían incursionado en la actividad, lo usual era “salar” la carne para garantizar la conservación de la misma. Comer carne “seca” u “oreada” formaba parte de la cotidianidad de los vecinos.
          Después se impuso la moda de proteger los productos cárnicos con finas mallas metálicas, a los fines de impedir la proliferación de moscas. Entonces se hizo usual verlos despachar los pedidos a través de una minúscula ventanilla. Hoy cuentan con sofisticados aparatos de refrigeración. Además, hay un matadero municipal para el sacrificio de las reses en condiciones higiénicas. Es usual encargar los pedidos de antemano: 
          —Me aparta el lomito, para mañana.

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