La ganadería de
engorde es una de las alternativas económicas del Municipio Uribante. Aldeas
como Mesones, San Miguel, Rubio, San Francisco, El Morro, Tenegá, entre otras,
se orientan básicamente a la cría de ganado vacuno. Igual pasa con las aldeas
de las Parroquias Potosí y Cárdenas. Las demás aldeas y caseríos rurales,
aunque en menor proporción, también aportan algunos semovientes a los rebaños
destinados al sacrificio y posterior consumo de la población.
Son
muchos los productores que han entregado la vida a la cría de ganado vacuno y
porcino a lo ancho y largo de la geografía local. Pero también destacan
aquellos comerciantes especializados en el ramo de la carnicería, quienes han
hecho de la profesión de matarife un empleo digno dentro de la comunidad, no
sólo por la constancia en el trabajo, sino también por ofrecer la mejor calidad
del producto para la buena alimentación de los consumidores y usuarios de las
clásicas “Pesas”.
Del
seno del gremio de “peseros”, como aquí se les llama a los cortadores y
distribuidores de carne al detal, han surgido prestantes y muy reconocidos
comerciantes de la comunidad. Hay una generación que desde hace tiempo pasó a
engrosar las filas de los jubilados. Entre ellos se mencionan a Andrés Roa,
Pascual Luna, Lope Rondón, Teófilo Arellano, Aquilino Rondón, Genarino Mora,
así como Ignacio Pernía, Juan de Mata Ramírez y el señor Graciliano, estos
últimos especializados en la venta cochino.
Aquella fue una generación que le dio
lustre a la profesión. Obviamente, existen algunas omisiones en esa lista,
producto de las jugarretas que la memoria suele hacerle a los recuerdos del
pasado. Pero se pueden agregar los nombres de Gonzalo Rondón, Onofre Díaz,
Chucho Moltilva, Gerardo Moreno, Gerardo y Freddy Arellano, Saúl Pérez, Orlando
Garcés, xxxxxxxx Rondón, Moncho Rosales, Leonel García, Francisco Ortega, Ramón
Pérez, Ramón García, Juan Vargas.
El
oficio de “Pesero” tiene implícitos muchos compromisos con la salud del pueblo.
Ellos son los que garantizan alimentos cárnicos en buen estado para los
clientes. Hace varias décadas, cuando no existían sistemas de refrigeración,
incluso cuando los nombrados en primera instancia aún no habían incursionado en
la actividad, lo usual era “salar” la carne para garantizar la conservación de
la misma. Comer carne “seca” u “oreada” formaba parte de la cotidianidad de los
vecinos.
Después se impuso la moda de proteger
los productos cárnicos con finas mallas metálicas, a los fines de impedir la
proliferación de moscas. Entonces se hizo usual verlos despachar los pedidos a
través de una minúscula ventanilla. Hoy cuentan con sofisticados aparatos de
refrigeración. Además, hay un matadero municipal para el sacrificio de las
reses en condiciones higiénicas. Es usual encargar los pedidos de
antemano:
—Me
aparta el lomito, para mañana.
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