La vida de
Pregonero gira en torno a los flujos comerciales establecidos entre el pueblo y
las distintas aldeas. La capital del Municipio se comporta como un lugar
central prestador de servicios al entorno rural. Muchos establecimientos
comerciales de pequeña y mediana dimensión proliferan a lo ancho y largo del
pueblo. Hace algunas décadas hubo una generación de comerciantes que marcaron
la vida económica de la población uribantina y aún perduran en la memoria del
pueblo.
Las
madres solían ingeniárselas para ocupar a los chicos. El ocio siempre ha sido
un peligro en el proceso de crecimiento de la juventud, más aún en comunidades
donde existes muy escasas opciones para ocupar el tiempo libre de los
adolescentes. Hacer los mandados de la casa era una estrategia muy efectiva.
Los párvulos iban del hogar a la bodega, aún a regañadientes, para comprar la
caja de fósforos, la sardina, la paca de manteca, la panela o cualquier otro
detalle faltante en la despensa del hogar.
En
la cultura del pueblo se hizo tradición entre los bodegueros el ofrecimiento de
golosinas gratuitas a los muchachos que iban al negocio a realizar las compras
cotidianas. Las madres eran capaces de hacer cruzar toda la población al menor,
con tal de obtener una pingüe rebaja en la mercancía. Pero los muchachos
preferían ir a la bodega donde solían darle la célebre ñapa. Terribles dilemas
entre ayudar al ahorro familiar de los hogares humildes o degustar un caramelo
barato.
—
¿Y la ñapa pa’ yo?, decía tímidamente el muchacho, mientras estiraba la mano
para recibir el “coquito”, el “sacamuelas” u otro caramelo.
Benigno
Rojas, Lázaro Pernía, Ignacio Ramírez, Leonidas García, Antolín Ramírez,
Eucadio García, Bruno Ramírez, Asunción Molina, Jesús Guerrero, Pablo Morales y
Doña Nohemí, Vicente Rujano, Venancio, Eligio Serrano, Leonardo Guerrero, Espíritu
Pereira, Eleuterio Suárez, Asunción García, Felipe Suárez, Isaías Duarte, Ramón
Suárez, Luis Suárez, Teodolindo Belandria, Amable Contreras, entre otros, son
algunos de los comerciantes que tuvieron larga trayectoria en la comunidad.
No
pueden obviarse los nombres de Hormidas Méndez, Gabriel Bustamante, José del
Carmen Vivas, los hermanos Roque, Pedro y Teófilo Ramírez, Alejos García,
Isidro Suárez, Demetrio Zambrano, Juan Ramírez, Victoriano Pulido, Bernardo
Alcedo, Antolín Ramírez, Julio Vivas, Vicente García, Salomón Medina, Virgilio
Márquez, entre tantos caballeros que pasaron la vida detrás del mostrador,
atendiendo a la clientela. Obviamente, esta lista peca por omisión, al dejar de
mencionar a muchos valerosos ciudadanos.
Esta
crónica del recuero pretende condecorar a quienes marcaron época. Muchos
hicieron de la cultura de la ñapa una estrategia para asegurar la clientela
infantil. Pero los muchachos crecieron, los tiempos cambiaron y la costumbre de
retribuir a los pequeños clientes con un caramelo quedó olvidada en el baúl de
los recuerdos.
José de la Cruz García Mora
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