lunes, 19 de agosto de 2013

Exquisita y melodiosa voz

            La función primera de artista es crear arte. El reto de figurar en las actividades relacionadas con el ambiente artístico, es menos difícil que mantenerse en la cresta de la ola, recibiendo el reconocimiento y apoyo entusiástico del público por años. Algún autor escribió con gran acierto: “Si alguien se proclama artista, debe demostrarlo con obras, no con palabras”. El talento escondido es un verdadero desperdicio. Incluso puede tener potencial y calidad. Pero si no se explota, es como si no existiera.
            Pregonero ha sido una cantera de calidad artística, especialmente en el ramo del canto. Exquisitas y melodiosas voces han llenado los escenarios locales con el derroche de talento y calidad interpretativa. En buena parte de ellos no hubo ánimo de lucro, sino entrega y pasión por el oficio: “puro amor al arte”, como dice el adagio popular. Tal vez por las leyes del mercado, o por circunstancias propias de la vida, ninguno tuvo la oportunidad de vivir del arte, pero es seguro que todos vivieron para él.
            Es imposible olvidar la voz delicada, el acento lírico o la pasión interpretativa de que hacían gala las jóvenes Vita Pérez, Carmen Avellaneda o Carmen Mora. Entre los años 70 y 80 del siglo XX, cada cual en su momento, ellas hicieron del canto el vehículo para expresar la emotividad del sentimiento y la alegría de vivir. No había que rogarles para que subieran al escenario a mostrar la pasta de la que estaban hechas. Son imágenes que se conservan frescas en la memoria.
            Walter Márquez tuvo la oportunidad de grabar un par de canciones en un disco de vinilo en 45 rpm. Los mayores hablan maravillas de aquella voz sonora y viril. Para el suscrito son más frescos los recuerdos de Walter Mora, Guzmán Mora, Pedro Avellaneda, Antonio Alejandro y los hermanos Vargas: José del Carmen, Gustavo y XXXXXXXXX. En actos culturales o festivales de la canción, ellos siempre estaban allí, cultivando la veta artística y derrochando talento en cada una de las interpretaciones.
            Algunos nombres se quedan en el tintero. El recuerdo sobre ellos es más débil: algunos emigraron del patio y otros jamás volvieron a llenar los escenarios con su presencia y calidad interpretativa. Pero no se pueden olvidar los nombres de Yaira () y Milena Contreras, José Gregorio Solórzano, Roque y Juan de Dios Mora, Aureliano Contreras, Juan Pablo Marcano, Javier “El Pollo de los Andes” Contreras, Franci Avellaneda y otros jovencitos que comienzan a hacer carrera musical como aficionados.
            A Pedro Soto hay que reconocerle la persistencia y la entrega al arte de componer e interpretar música serranera. Él fue el iniciador de esa cantera de grupos e intérpretes que ahora proliferan en la comarca, con producciones musicales de carácter comercial. Pero esta crónica está consagrada a divulgar el aporte de aquellos artistas del patio que destacaron en Pregonero como aficionados, aunque algunos de ellos posteriormente lograron producir sus obras discográficas.
José de la Cruz García Mora  


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