Hubo una época de esplendor
arquitectónico en Pregonero. Las casas de la gente notable se construían con
gruesas paredes de tierra pisada y techo de teja, aprovechando los abundantes
materiales arcillosos existentes en los alrededores. Los inmuebles ocupaban
grandes espacios y podían deteriorarse al mínimo descuido. La construcción de
una casa de estilo colonial exigía grandes inversiones y buena parte de la
población no tenía capacidad económica para enfrentar los elevados costos.
Entonces apareció el bloque de cemento y
techo de zinc como alternativa para la gente de menores recursos. Reinaldo
“Cuica” y don José García se convirtieron en surtidores del producto. El
primero en la calle 11, diagonal a la Plaza Miranda, frente a la emergencia del
antiguo Hospital San Roque. El segundo en el Barrio Potreritos, en la salida
del camino de la mina. Aquel tenía una mula para el acarreo de los materiales.
Este, en cambio, poseía un camión que era manejado por el “Turro” Antonio
García.
El
incesante ir y venir de la mula de Reinaldo “Cuica”, atravesando las calles del
pueblo con aquellos vetustos cajones de madera, se conserva fresco en la
memoria de los muchachos de la época. El lecho del río Uribante era el lugar de
aprovisionamiento gratuito de granzón. La arena se traía desde la mina
existente en la parte alta de Potreritos. Si el pedido era muy importante, entonces
contrataba el camión de Víctor Rincón para traer el areniscoso material desde
Río Negro o la mina de Las Escaleras.
En diversas ocasiones, Víctor García,
el popular “Pato” —el padre del suscrito— estuvo trabajando en las faenas de
sacar granzón en el río, cargar arena en las minas o elaborar los bloques en el
taller de trabajo. Había una ventaja en ser hijo del obrero de turno. El
propietario pagaba un medio (Bs 0,25) por buscar o soltar la mula en los
potreros de La Vega o en los Abdón Pernía —actual Barrio Brisas del Uribante—. El
mismo valor tenía conducir la bestia de cabestro con la carga de arena o
granzón.
La bloquera de Potreritos tenía mayores
volúmenes de producción. Pero el taller de Reinaldo “Cuica” dejaba mayores
ganancias a los párvulos del sector Plaza Miranda y Corea. Al caer la tarde o
clarear el día, siempre había un niño merodeando por allí, haciéndose el zoco, con
la esperanza de que le tocara en suerte hacerse cargo de la mula. El hombre era
inteligente y sabía repartir las responsabilidades entre los muchachos,
buscando que poco a poco le cogieran amor al trabajo honesto.
Con
el tiempo se instalaron las bloqueras de Alcibiades Pérez en río Negro, Esteban
Méndez en Paracotos, XXXXXX Rondón en Pregonero o Julio Mora en La Popita. El
incansable jumento de Reinaldo “Cuica” parece revivir a cada instante, con los
viejos aperos y el par de cajones terciados, mientras echaba los típicos pedos
de las bestias, al subir por el empedrado de La Vega. La voz del propietario
aún parece decir: —Mijo, vaya y me suelta la mula y se gana un medio…
José
de la Cruz García Mora
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