La
economía de Pregonero se sostiene a partir del intenso proceso de intercambio
comercial que diariamente se establece entre el casco urbano y las distintas
aldeas y caseríos rurales. Los campesinos bajan al pueblo invariablemente todas
las semanas, no sólo para cumplir con las obligaciones religiosas propias de la
fe católica, sino también para comprar los bienes y servicios necesarios para
la manutención de las personas que trabajan en las distintas unidades de
producción.
La entrada de La Vega, sitio de llegada
de las aldeas ubicadas al Oeste de Pregonero, era un núcleo comercial de gran
movilidad económica. Allí estaban ubicados algunos de los principales comercios
del pueblo, preferiblemente entre las calles 10 y 11. "La calle de las
mil puertas": así llamó el periodista Hugo Colmenares al sector. Es
que todas las casas estaban diseñadas con una amplia pieza delantera para
negocio. La función residencial correspondía a la parte posterior del inmueble.
Al volver la mirada hacia el pasado, la
memoria comienza a poblarse de recuerdos y aparecen los nombres de algunos
comerciantes que tenìan establecimientos comerciales en esta parte de la ciudad. El bar "La
Estrellita" o "Los Amigos" de Luisa Molina y Leovigildo Ramírez,
respectivamente, eran lugares predilectos para comenzar o terminar la ebriedad
de los adultos. Por allí estuvo bastante tiempo la talabartería de Rafael
Arellano, la panadería de Victorino Ramírez, la herrería de Olinto Alcedo y la
carnicería de Ignacio Pernía.
Es muy débil el recuerdo de don Pedro y
Roque. Pero está más fresca la presencia del otro hermano, don Teófilo Ramírez
Salas. Él solía comprar a los muchachos las chayotas, berenjenas, naranjas,
cambures, tomates del monte y aguacates tomados a hurtadillas en los solares
ajenos. Ésas pocas monedas volvían a sus manos al anochecer, cuando los
muchachos iban a comprar entradas al cine. De pronto, aparece la figura de
Hormidas Méndez sentado en la silla de cuero frente al negocio.
Los negocios con las despensas mejor
surtidas eran los de Gabriel Bustamante y José del Carmen Vivas. Ambos
compraban grandes cantidades de pescado salado. El primero también vendía gran
variedad de telas. El segundo despachaba cerveza y mercancía seca. También
vivía don Gabriel Pernía, el más célebre "médico" o
"rezandero" de la región. No puede olvidarse la ferretería de don
Nicanor Moreno. Mucho antes, Miguel Suárez tuvo el depósito de gas en la actual
ferretería de los Luna.
¿Cómo
dejar en el olvido los ricos “ponqué” que vendía Tarsicio García y don
Ramón Andrade, o la fresca belleza de las hijas de don Pacho Sánchez, otro comerciante
del lugar? Es imposible dejar de lado la venerable estampa de los señores Juan
de Dios Pernía y su esposa Anacelis, los únicos vecinos de la cuadra que no
tenían un establecimiento comercial. Ella con una inmensa cabellera blanca que
casi le llegaba al piso y él con la adusta prestancia del anciano venerable.
José
de la Cruz García Mora
Excelente descripcion,te felicito, no olvidar en la calle de la Barranca a Don Pacomio Contreras y su lúgubre local del comercio donde el vivio dia y noche consumido en el tormentoso alcoholismo posterior a la muerte de su esopoas Lucila por accidente de transito , ni el local de la quincallla del padre de las famosos hermanitas Zambrano que nos deleitaban con su musica en todo momento, sobre todo en las misas de aguinaldo cunado embobados por su belleza y donaire cantaban y tocaban los mas variados instrumentos
ResponderEliminarYo conocí a Pacomio Contreras. Pero no a las hermanas Zambranos, aunque he oído hablar sobre ellas. Don Amable Contreras también tuvo su establecimiento comercial por ahí, antes de mudarse al inmueble que antes era propiedad de don Blas Guerrero, en la Calle Real.
EliminarEl mensaje anterior lo escribí yo Ramon Eliel Andrade Pineda.
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