viernes, 23 de agosto de 2013

Suéltela, Patiblanco

          La tradición beisbolística comenzó a arraigarse en Pregonero en la primera mitad del siglo XX. Los estudiantes de la Escuela Federal Para Varones Sánchez Carrero sintieron la necesidad de exigir un campo deportivo para las prácticas atléticas de la juventud. Al iniciarse los trabajos de la Represa Uribante Caparo llegaron grandes contingentes de obreros, provenientes de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y otros países sudamericanos. Con ellos se consolidó la verdadera pasión por el balompié.
          El engramado del Estadio José Ramón Sánchez (Mora) se convirtió en escenario de las confrontaciones deportivas de altísimo nivel competitivo. No se sabe si era cierto o falso, pero se llegó a decir que algunos destacados atletas habían militado en el futbol profesional de los respectivos países de origen. Ellos habían venido a estas latitudes andinas con el propósito de alcanzar mejores niveles de vida. Durante la estadía en estas tierras mostraron lo que eran capaces de hacer con un balón en los pies.
          Cada una de las compañías que estaban en los trabajos de construcción de la represa había conformado el respectivo equipo. Los emigrantes de Colombia y Perú tenían selecciones propias. ¿Cómo olvidar el potente disparo del famoso “Veterano”, la increíble agilidad de “Chiqui” o la impenetrable defensa de Carlos Zaa? El equipo de la Red de Emergencia, en el que llegó a jugar Antolín “Cuca”, fichó a un negrito con inigualables destrezas y técnica en el dominio de la pelota.
          Los futbolistas del patio tuvieron excelentes contrincantes para foguearse y adquirir mejores nociones tácticas del juego. De hecho, creció una generación con suficientes créditos para representar a Uribante en posteriores competencias: Rodolfo Pérez, Jairo y Cheo Hernández, Nerio Pabón, Abildo Roa, Moncho Sánchez, Jairo Márquez, Luis “Culeca” Ramírez, entre otros de mayor edad como Toño Avellaneda, Jesús “Pirín” Guerrero, Iván Pérez, Rodolfo Pernía, por mencionar sólo algunos.
          El dinero corría a granel en apuestas, consumo de cerveza y otros estimulantes, pasajes, comidas, hospedaje y compra de costosos uniformes. El equipo de los “Pobres” también se hacía presente, con una modesta franela blanca sin timbrar y pantaloneta de cualquier color. Allí estaba Guzmán Luna, José Ramón Sánchez y otros atletas que habían sido marginados de los equipos de marca. Pero tenían similares o superiores cualidades que los atletas criollos afiliados a otros equipos foráneos o del patio.
          La fiebre del futbol se dejaba sentir con toda intensidad durante los fines de semana. Las graderías del Estadio siempre estaban atiborradas de gente. Hubo muchas jugadas de alta factura futbolística. Ninguna como aquella en la que José Ramón Sánchez quiso monopolizar el dominio del balón, porque no había nadie como él para manejar y distribuir pelotas, mientras que Guzmán Luna, ya casi desesperado por la inacción, le grita a todo pulmón:
          —Suéltela, suelte esa pelota, patiblanco.
José de la Cruz García Mora



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